"No seré como Eva Perón. No quiero pasar a la historia
como una de esas personas que se preocupan… que esperan que tras mi muerte yo
quede como alguien que ha creado algo o que ha inventado algo. La vida es para
vivirla". La corona ya le estaba resultando pesada a Freddie Mercury y con
estas palabras quedaba claro que su misión en la Tierra fue cumplida. Había vivido
la vida y había hecho feliz a mucha gente. A 27 años de su muerte, el líder de
Queen lo sigue haciendo.
La comparación con la argentina abanderada de los humildes
surge del libro "Freddie Mercury, su vida contada por él mismo" (Greg
Brooks y Simon Lupton, Ediciones Robinbook) donde se destacan comentarios que
hacían prever que Freddie no iba a ser un hombre longevo. Él mismo decía que no
esperaba llegar a viejo, ni vivir hasta los 70 años, "sería muy
aburrido". Finalmente, falleció el domingo 24 de noviembre de 1991, a los
45 años, por culpa de una bronconeumonía provocada por el mal que lo acechaba
desde hacía aproximadamente 4 años, el Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida
(SIDA).
Un día antes, el sábado 23, el cantante había hecho pública una nota en la que admitía que había contraído el virus: "A partir de las enormes conjeturas que han aparecido en la prensa durante las dos últimas semanas, deseo confirmar que soy VIH positivo y tengo sida. Creo que ha sido correcto no publicar esta información hasta ahora para proteger la privacidad de quienes me rodean. Sin embargo, ha llegado el momento de que mis amigos y mis fans de todo el mundo sepan la verdad. Espero que todos se unan a mis doctores y a todos los demás en el mundo que luchan contra esta terrible enfermedad. Mi intimidad siempre ha sido algo especial para mí y soy famoso por conceder pocas entrevistas. Por favor, comprendan que esto seguirá siendo así". Y así fue, ya que menos de 24 horas después, este comunicado se convertiría en el último.
En la despedida de Freddie, las rosas rosas de Elton John contrastaban con los ramos amarillos de David Bowie. Elton fue el único rockstar presente en esa ceremonia, Bowie no fue. Con la familia, que sumaban no más de treinta, solo estaban los integrantes de Queen y algunos pocos amigos. Lejos de las fiestas pantagruélicas y multitudinarias, en sus horas finales al cantante lo acompañaron sus seres más queridos y cercanos. El féretro de Freddie llegó a bordo de su clásico Rolls-Royce, y sobre él, una rosa roja.

